Jose Ramon Beloki
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Irene Vallejo
El infinito en un junco: La invención de los libros del mundo antiguo
Siruela, 2020
ISBN: 9788417860790
E
l infinito en un junco: la invencion de los libros del mundo antiguo, de Irene Vallejo, llegó a mis manos a la vez que las estrictas reglas de confinamiento. Fue una coincidencia. Tan casual como afortunada.
Su lectura me ha permitido solventar el percance poco grato del obligado confinamiento físico con la vivencia paralela de un viaje mental, libre, rico y placentero a lo largo del mundo y de la historia. Emilio Lladó describió perfectamente mi vivencia diciendo que el libro le había parecido “una pasada”.
El libro, como señala la autora, va de libros. Pero si hay algo que de entrada descubre uno al leerlo es que ir de libros significa ir de una diversidad realmente amplia de temas.
Es, en efecto, impresionante la variedad de hechos y realidades, del pasado más lejano y del presente más actual, y de todos los confines de la tierra, a los que nos remite, nos aproxima y nos hace redescubrir la autora. Siempre relacionados con ese objeto, tan banal en algún sentido y tan poco apreciado, a menudo, en nuestros días, como es un libro. Un libro cualquiera. El libro, genéricamente hablando.
Sin ánimo de dar cuenta, ni siquiera aproximada, de esta variedad y riqueza de temas, le adelantaré al eventual lector que Irene Vallejo le paseará en momentos por tiempos tan lejanos, envueltos hoy todavía en el misterio y en el silencio, como los de hace 6.000 años cuando aparecieron los primeros signos escritos en Mesopotamia. Le llevará asimismo a tiempos posteriores cuando, de forma independiente, nacía la escritura en Egipto, la India y China. O a tiempos en los que los seres humanos empezaron a “imprimir” los primeros dibujos esquemáticos en arcilla, para posteriormente utilizar dibujos representativos de ideas abstractas, y de esta forma dar un día con esa “genialidad humana” de empezar a representar sonidos, y abrir el camino a los abecedarios de nuestros días. Pero, sobre todo, la autora le paseará, con más detalle, alcance y penetración, por tierras de los que seguramente el lector o lectora tiene referencias, siquiera genéricas como Egipto, Grecia, Roma o Alejandría. En el transcurso de ese paseo, encontrará los antecedentes de un sinnúmero de realidades, personas, instituciones, edificios, oficios, todos ellos relacionados bien sea con los materiales con los que se han elaborado los libros a lo largo de los tiempos; bien sea con las diversas técnicas de elaboración, confección, producción, escritura, lectura, almacenaje, y toda la amplísima gama de oficios relacionados con los mismos; bien sea con el recuerdo de un buen número de escritores y escritoras clásicos… Y, repito, otros muchos temas que le llevarán al lector a descubrir, en casos, y redescubrir, en otros, aspectos a menudo olvidados o ninguneados de la larga, rica, compleja y no siempre pacífica historia que el libro ha conocido desde que el primer ser humano concibió el primero de ellos hasta estos tiempos de la digitalización, de los libros oídos o leídos, los libros electrónicos, las redes sociales, etc.
El libro de Irene Vallejo, en todo caso, no va solo de historias pasadas. La autora, a la par, introduce al lector permanentemente en un sinnúmero de reflexiones, de plena actualidad y a menudo de gran agudeza e interés, relacionadas con esa compleja realidad e historia del libro.
Por poner un único ejemplo de todo ello, citaré aquí una reflexión que, cuando leí, me hizo recordar y confirmarme en el empeño que vengo persiguiendo con esta sección: el gran interés que tiene el que, a la hora de elegir las lecturas propias, se deje uno aconsejar por otros. De ello, dice Irene Vallejo, se extrae a menudo gran provecho y beneficio por el hecho de que da pie para escapar de los mundos cerrados y de esos otros confinamientos mentales a los que los seres humanos somos tan propensos. Lleva razón.
Y porque la lleva es por lo que quiero aprovechar la ocasión de este comentario para agradecer in memoriam a Rafael Agirre Franco el que, con sus aportaciones, me haya ayudado a ampliar mis mundos. Lector de la revista Arantzazu fue de los primeros que a través del correo electrónico se puso en contacto conmigo para comentar lo que había leído e invitarme a otras lecturas. Por él leí, y comenté, el referido a Fermin Lasala. Conservo, así mismo, para una lectura posterior los títulos de otros muchos libros recomendados por él. La última vez que me escribió fue el pasado mes de junio. Había leído, “desgraciadamente para mi, entre líneas y con diccionario”, me decía, mi comentario, titulado “Galderak eta erantzunak”. Y me hablaba de los últimos “soberbios libros” que acababa de leer: El extranjero, La peste y El primer hombre de Albert Camus.
En mi contestación a su correo, compartiendo con él diversas lecturas en las que andaba por esos días de riguroso confinamiento, le escribí, entre otras cosas, lo siguiente: “Ha habido uno que me ha sorprendido más que agradablemente: El infinito en un junco, de Irene Vallejo, que espero recomendar con vehemencia a los lectores de Arantzazu. Magnífico libro. Entretenido, como pocos. Y de gran provecho.”
Queda dicho aquí, también para ti, lector de Arantzazu.
No sé si Rafael Agirre llegó a leer el libro o no. No es en todo caso eso lo que más me preocupa ahora que he sabido de su partida de este mundo. Más me desazona el hecho de haber perdido un amigo, de los nunca suficientes, que, compartiendo lecturas, le ayuda a uno a romper con aislamientos y abrir perspectivas y horizontes.
Egun Handira arte, Rafa, irakurle eta adiskide zintzo, Arantzazu aldizkari honetatik.